La icónica Torre de la Libertad o “The Ellis Island of the South”, que fue registrada en 1979 como lugar histórico de Estados Unidos, y en 2008 como monumento histórico nacional, es actualmente parte del Miami Dade College. Por el momento el primer piso está dedicado a la promoción de la cultura cubana-americana presentada con un perfil político contrario a la Revolución cubana.
“La Galería del Legado Cultural de la Diáspora Cubana”, y su exposición inaugural (Cuba Out of Cuba) es un proyecto político para dar unidad a una emigración que no es uniforme. Fotos de antiguos refugiados y de balseros del 94 son agrupadas tratando de dar continuidad a una emigración que en realidad siempre ha estado dividida en múltiples grupos con intereses contrarios. ¿Como va a ser igual el interés de un batistiano que puso una factoría al de su empleado que vino por el Mariel?
“Una Cuba fuera de Cuba” suena parecido a Hong Kong o China Taiwan. En verdad, lo de “la séptima provincia” es un intento fatal de la derecha cubano americana por detener el tiempo y usar métodos arcaicos de la guerra fría. O estás en EE.UU o en Cuba, no existe un limbo intermedio.
Los tiempos han obligado a la extrema derecha a dulcificar su desprecio rancio a los hijos del proletariado, e incorporan elementos populistas al nuevo plan de lucha. Digamos que es como tirarse un selfie con balseros sudorosos “buscando libertad”, para complacer a los de abajo.
Se ofrece una visión romántica del “éxodo” con toques de religiosidad popular, cuando la realidad es mucho más compleja, que incluso arrastra conflictos de clases anteriores a la Revolución cubana, que todavía forman parte cotidiana de las relaciones entre cubanos emigrados.
Quiero aprovechar el asunto para opinar sobre la gran ola migratoria del 94, que en parte fue el resultado del desastre económico-social que provocó el derrumbe del mundo socialista. Casi siempre se categoriza como un fenómeno político aunque la típica motivación era lo económico.
Esos mismos balseros, en caso de necesidad extrema no fueron ayudados por el “exilio histórico”, sino mas bien por el gobierno Federal. Muchos incluso al poco tiempo de estar aquí querían regresar de visita, y por lo tanto demostraron no ser refugiados políticos. A pesar de eso sus rostros aparecen en la propaganda política que se exhibe en la “Torre de la libertad”.
Durante la administración del presidente Kennedy el edificio fue alquilado por el gobierno federal para abrir el Cuban Assistant Center. Procesaban y asistían a miles de refugiados cubanos, pero todo este fenómeno terminó en en ’72, y el gobierno federal vendió el edificio a compradores privados en el ’74 para mas tarde volver a ser publica. No quiero especular sobre la transparencia del proceso entre lo privado y lo público, sino más bien concentrarme en la naturaleza política de un “Museo” que aunque pretende representar a toda la emigración solo alcanza a servir de propaganda a la extrema derecha en Miami.
Sabemos que en Cuba existe un “Museo de la Revolución”, y tiene toda la lógica del mundo que cuando una revolución produce descontentos que se exilian, esos exiliados tengan un lugar donde recoger parte de su historia. El problema surge cuando ese lugar comienza a ser usado para propósitos políticos de grupos particulares que no representan a todos los exiliados, y peor aún cuando sucede en una comunidad como la nuestra donde ya una gran parte de la misma no es exilio, sino simple emigración. Ni hablar de la increible maniobra de usar ese edificio como plataforma de propaganda para cubanos que ni siquiera viven en la comunidad, sino que residen en la isla y solo vienen a Miami a recoger dinero o instrucciones subversivas.
Claro, entiendo que hay un gran negocio que se apoya en la subversión interna. La industria de la contrarrevolución es ante todo propaganda, que viene con un precio. Si es posible pasarle ese costo al contribuyente, los organizadores maximizan sus beneficios. ¡Que pícaros!
La nación cubana no vive exclusivamente en la isla. Somos un pueblo con un pasado, y los museos ayudan a no perder la memoria histórica, pero no es lo mismo un salón donde se exhiba una espada mambisa o cualquier otro trozo del pasado colectivo que nos une como pueblo, a una muestra politizada que fortalezca el odio y el rencor.
Nuestro sentido comunitario debe ser lo primero como nación, si es que queremos dejar atrás la guerra fría y las vergüenzas del pasado. Miami no debe quedarse anclada en el pasado, porque entonces seremos una comunidad en decadencia, encerrada y ciega a las nuevas realidades.