En el canal público de televisión sujeto al Ministerio del poder popular en Venezuela se dicen horrores de Capriles, y dentro de la campaña por desacreditarlo se dicen verdades que estan al borde de la propaganda típica del tiempo de elecciones. No creo que este bien éticamente que un medio público se use con objetivos partidistas, pero no quiero hablar sobre las descalificaciones políticas que hacen los chavistas a Capriles, sino de algo mucho más serio. Del antisemitismo.
Capriles ha dicho públicamente que es católico, pero también se ha referido a su abuela judía, y de allí se engancharon los odiadores de judíos para aprovechar el grosero antisemitismo que todavía se aferra en lo más bajo del ser social para distorsionar la realidad según el interés del momento. El presidente Chávez gusta de maldecir a los judíos públicamente atacando la política de Israel, y jamás critica las crueldades del fundamentalismo religioso de los enemigos del estado judío.
Carlos Marx era judío como también lo eran sus oponentes burgueses (si andamos tras la sangre hebrea). Tratar de judío a Capriles dentro de la campaña tratando de que se produzcan asociaciones mentales entre judío-dinero-derecha, es tan tonto como tratar de asociar judío-liberalismo-socialismo. Aunque no faltan por allí quienes logran increíblemente culpar “AL JUDÍO” de todos los males reales e imaginarios de nuestra galacia, todo el que tiene dos dedos de frente sabe que el antisemitismo es una superstición política inmoral. El socialismo radical en Alemania concentró toda su propaganda negra en los judíos, a quienes asociaban con la punta de lanza del imperialismo anglosajón. ¿Porque los totalitarios se la cojen con el judío nacional?, pues sencillamente porque no basta cerrar filas frente a un enemigo exterior e imperialista para tomar y conservar poder. Se necesita asociar con dicho enemigo al “traidor”, que simplemente es un demócrata centrista y opositor ante el gobierno que crece demasiado, y que la mejor manera de simbolizarlo es en la persona judía.