Cuatro años más para el partido demócrata es una esperanza para millones de norteamericanos, pero también un temor para otros millones. Obama genera todo tipo de sentimientos; algunos lo creen un soñador peligroso capaz de centralizar el poder polÃtico destruyendo la separación de poderes y transformando esta república en un sistema socialista totalitario, otros lo creen el representante de unas mayorÃas olvidadas por la codicia de las grandes corporaciones que viene a introducir un poco de justicia social en un capitalismo salvaje que explota y enferma al proletariado, pero que se niega a contribuir con el sistema de educación y de salud públicos.
En verdad Obama se enfrenta a un reto enorme, que es lograr que el sistema funcione para todos, y eso explica lo dividido que está el norteamericano sobre su papel en medio de tan grande crisis. Su oponente representaba a la familia clásica republicana soñada por la burguesÃa conservadora estadounidense durante años, pero no dejaba de ser una familia-sÃmbolo demasiada elevada para inspirar a las masas. Demasiada rica para generar confianza, porque el hecho de que “ellos” fuesen exitosos en sus negocios, no querÃa decir que que incluyeran a toda la nación en ese éxito empresarial y familiar. Durante mucho tiempo los republicanos han confiado en el sÃmbolo del “hombre exitoso” para arrastrar votos de confianza. Tener éxito empresarial en el plano personal, era casi una prueba que calificaba a un polÃtico para cargos públicos, pero ahora todo esta cambiando en américa. La burguesÃa norteamericana esta en crisis y sus valores ya no son tan absolutos y atractivos, porque incluso una gran parte de esa burguesÃa ha sido estafada por grandes monopolios de riqueza, que se han llevado su botÃn lejos y fuera del alcance de la clase media, y esa es la razón de que la clase media en desgracia cada vez se incorpora más al proletariado en cuanto a solvencia económica.