Nuestro mundo occidental se ha quedado sin capitales que sostengan el estado del bienestar. La banca cierra sus créditos y los especuladores se lanzan a comprar todas las cosechas del mundo para dominar los mercados más elementales.
Ya hace mucho que los pueblos dejaron de ser rurales. El capital los empujo hacia las grandes urbes industriales, y les enseño a ser consumistas. Más tarde les dio derechos civiles con los cuales destruir todo contrato colectivo, porque si de algo sirvieron los derechos civiles fue para ensalzar el individualismo, y toda forma egoÃsta de buscar la felicidad. Para eso fueron utiles la telebasura y las multinacionales; para destruir gremios, sindicalismo, y familia.
La ley del más fuerte, cultivada con esmero desde los tiempos victorianos fue canto de sirena para un ejercito de jóvenes fuertes y egoÃstas que defendieron las “bondades del capitalismo”, sin ser ellos mismos ricos, sino simplemente aspirantes a serlo. Por ese camino de competitividad se formaron generaciones enteras que creyeron con fervor religioso en la doctrina liberal del mercado sin control, y de la competencia despiadada entre los hombres como forma válida de ejercer los derechos individuales. Se desmantelaron los estados paternalistas en el este, y el capitalismo liberal abarco todo el planeta. La banca mundial imponÃa sus recetas del “éxito” a todos los paÃses acreedores, y la prensa aplaudÃa por todas partes la privatización de todo lo público, pero de pronto se acabo el dinero que sostenÃa el estado del bienestar en occidente, y no es que sea difÃcil imprimir papel moneda, pero el dinero vale como herramienta de control polÃtico mientras no se desate la inflación, de manera que andan pensando no en como salir de la crisis, sino en como aprovechar la misma para esclavizar a los ciudadanos en todas partes.