Este sábado Miguel Díaz-Canel en un encuentro con miembros del Consejo Nacional de la AHS dijo: Tenemos que construir una sociedad socialista, próspera y sostenible, como ha expresado el General de Ejército Raúl Castro Ruz, pero sin cultura no habrá prosperidad ni sostenibilidad posible; agregó el dirigente.
La revolución cubana ha cometido muchos errores, pero le celebro haber fomentado el arte en todos los niveles, desde el cine nacional, hasta los grupos de artesanos y artistas de barrio dentro de las “casas de cultura” por toda la ísla. En esta foto que les muestro en el post (2008), estoy al lado de un cartel cinematográfico con la imagen del famoso (ya fallecido) actor; Sergio Corrieri, en una sala de cine comunitario entre las montañas de una remota comunidad agrícola en Sierra de Cubitas, Camagüey. En ese apartado municipio pude ver con mis ojos como el gobierno local apoya el movimiento artístico entre los más rústicos campesinos. No hago apología del proyecto revolucionario cubano en su totalidad, sino que observo las cosas buenas de un sistema que debiera ser reformado, pero no desmantelado totalmente, por el bien nacional.
El arte, los artistas, siempre han servido de alguna manera al estado en todas partes, esto ha sido asi desde las primeras formaciones humanas. En la edad media parecía que se alejaba el artista del estado, sencillamente porque los pueblos europeos vivían sin estado, y el artista servia a la institución mas universal por aquellos feudos; la iglesia católica. En el renacimiento parecía servir el artista a el humanismo, pero en realidad quien pagaba su trabajo era el floreciente capitalismo mediterráneo. Los comerciantes y banqueros eran ya tan prestigiosos as como los obispos, luego llego la monarquía, la pre-formación de los estados nacionales, y la necesidad de crear códigos estables para juzgar la obra artística (la academia), pero ya desde el renacimiento los burgueses patrocinaban tambien a sus pintores favoritos, y del mediterráneo saltamos a Holanda, y también allí vemos a los burgueses condicionando la creación, solo que esta vez no eran la alta burguesía como en Florencia, sino una vasta y dinámica burguesía baja, quien compraba, vendía y apoyaba la creación artística. Piensen en Rembrandt. Vamos rapidito a las monarquías absolutas y vemos al estado favoreciendo la creación de academias, y luego las monarquías constitucionales, en especial la república francesa que definia y creaba patrones con mucho rigor, para que solo los mejores pintores puedan cumplir su función social a favor del orden,los ideales de belleza de la época y promover la moralidad.
Cuando los grandes capitales se involucraron más en tratar de hacer ingeniería social, casualmente vino el impresionismo y grupos cerrados de artistas que con continuos escándalos artísticos revolucionaban todos los patrones éticos y estéticos del mundo artístico, rompiendo con viejas escuelas que estorbaban ya al nuevo orden político, sabemos que el nacional-socialismo tuvo su propio arte que sirvio de propaganda, y que el socialismo soviético, tuvo algo parecido, y finalmente su “realismo socialista” al servicio del estado y su filosofía, pero nada se compara al inventó de la C.I.A de crear con la ayuda de artistas occidentales el conocido estilo de “expresionismo abstracto”. Si revisamos lo artificial del movimiento creado para poner a los Estados Unidos en mayor protagonismo mundial, vemos como los artistas tratan en vano de demostrar independencia del estado, mientras por otro lado asoman las orejas poderosas fundaciones y organizaciones totalmente aliadas al proyecto político de crear el liderazgo que, en materia de artes plásticas, asumió Estados Unidos después de la Segunda Guerra Mundial directamente financiado por la CIA en el ambiente de la Guerra fría.
En Cuba la vanguardia artística nunca tuvo problemas desde el 59, pero siempre fue mejor recibido el arte abstracto, que el surrealismo, por ejemplo era políticamente correcto admirar a Picaso (pintor socialista), pero no a Salvador Dali (pintor asociado al franquismo). La regla académica se enseño en los cursos primeros de las escuelas de arte en todo el país, según he sabido, con mucho hincapié en las naturalezas muertas, lo cual no es malo, y ciertamente no estorba a la filosofía del estado cubano. Me gustaría resumir, que a pesar de lo mucho que se disimule, el artista refleja la época y sistema político donde crea su obra, que no es un ciudadano ajeno a su entorno, y que lo mejor que hace es ponerse al servicio del soberano, que no tiene corona de oro, sino mas bien una voluntad general, si gana dinero o no con su obra, es otro asunto, porque me refiero a su contribución social. Es mi opinión personal como pintora que el artista debe pensar en los demás, en las nuevas generaciones, y en el bien general que haga su creación. Cuando un pintor con talento se pone al servicio de una clase elitista termina siendo abstracto y solo comprensible para un reducido grupo de iniciados en los secretos del código y des-código ya previamente formados en la exclusividad de grupo cerrado. Yo no soy asi…prefiero que mi obra sea entendible y placentera para todos los públicos, porque en definitiva ya es hora de servir a la soberanía popular, y no a una elite que en las sombras de las galerías desiertas intercambia copitas de vino y queso apestoso. Mi mayor recompensa es cuando una persona rustica, un cubano “de a pie” me dice que le gusta un paisaje, o una mesa llena de mangos. Esa es la mayor recompensa.