“Viejas reglas; los mismos esclavos” Asi dice el letrero de protesta de este joven afroamericano en Miami. El racismo en los Estados Unidos es algo permanente, es casi parte de la identidad cultural de una nación dividida profundamente, como está siempre dividida la gente en los sistemas muy competitivos donde el estado no ha tenido la capacidad de frenar la exclusión de grupos étnicos, a pesar de tantos programas estatales.
Mi experiencia particular como estudiante en una escuela Magnet ubicada en Opa-Locka, me permitió relacionarme con niños de esa comunidad tan excluida. Algunos compañeros del colegio deseaban escaparse para New York (que equivale algo a un oriental planeando vivir en la Habana), pero muchos glorificaban la vida marginal. Es triste e impactante ver como desde muy pequeños la mayoría de los afroamericanos aseguran que al ser negros, están conscientes que ya sobrellevan una desventaja.
El trabajador negro es el ultimo en ser escogido para algún empleo pero el primero en ser despedido, por eso el actual cifra de desempleo dentro la comunidad esta a un 12.1% mientras que los blancos tienen solo un 5.3% de desempleo…y porque estamos en una crisis económica. Hay muchos muros y obstáculos invisibles, aunque algunos no tan invisibles, recuerdo que no hace mucho tiempo, el manager de un edificio de apartamentos nos comentó en privado que en su edificio el no acepta alquilarle a negros, ni aunque sean hispanos. No se desde cuando el área de Flagler es zona exclusiva de blancos, pero lo menciono para ilustrar el fenómeno discriminatorio que escapa a la ley.
El racismo no es exclusivo de los anglosajones en el sur de la Florida. Los cubanoamericanos a menudo son racistas, y no solo discriminan a los afroamericanos, sino a sus propios compatriotas negros o mulatos. Hialeah Gardens, una de las ciudades más racistas del Condado Dade, hizo noticias en el año 2001 cuando un jurado obligo a la ciudad pagar 633.000 dólares en compensación a un negocio privado expulsado de la ciudad por atraer demasiados jóvenes negros a su local.
El negocio, que pertenecía a Medardo Martín era básicamente una pista de patinaje (sobre ruedas) desde Noviembre de 1994 y muchos jóvenes afroamericanos se daban cita en la pista para patinar, pero los vecinos del lugar enojados por ver tantos jóvenes negros llamaban continuamente a la policía de la ciudad, y poco a poco se fue convirtiendo en un problema de racismo colectivo, pues muchos residentes blancos de origen cubano presionaban al gobierno de Hialeah Gardens para que el negocio fuese expulsado bajo cualquier pretexto.
La ex-asesora de la alcaldía Rosa Levy, testifico haber oído a la Alcaldesa Gilda Oliveros ordenar al director de códigos de la ciudad, Orlando Diez encontrar una excusa para cerrar la pista de patinaje. Ella también le dijo a Orlando que quería a los negros fuera de su ciudad, que podían irse a patinar a Carol City, Opa-Locka, o Liberty City, pero no a Hialeah Gardens. Esta misma Alcaldesa por cierto fue condenada a cuatro años y ocho meses de prisión por conspirar para asesinar a su esposo, delito que se descubrió cuando era investigada por fraude electoral.
Con la llegada al gobierno del Alcalde Yosef de la Cruz en Hialeah Gardens la situación no mejoró, y el 28 de marzo del 2001, Martín cerró voluntariamente la pista de patinaje y comenzó su demanda legal. Es difícil resolver el problema del racismo, porque es una deformación cultural que tiene raíces muy profundas en el tiempo, y porque los hombres en su egoísmo siempre encuentran una excusa para discriminar.
El mismo cubano blanco que discrimina a los negros en el Condado Dade, cuando se mueve un poquito más al norte de la Florida y experimenta en carne propia el racismo del ultra-racista, Condado Lee. Quizás ahí descubre que no basta ser más blanco que un vikingo, cuando arrastras en el inglés un acento de español. Para muchos norteamericanos Anglos de varias generaciones, un cubano nacido en tierra estadounidense sigue siendo un grease head, como le decían los yanquis en Miami a los Batistianos.
El racismo me enoja bastante, sobre todo cuando viene escondido bajo chistes. La famosa excusa de: “mi mejor amigo es un negro” siempre es seguido por algún chiste pesado sobre los negros, como si tener un amigo negro otorgara permiso alguno para ofender.
Pienso que una percepción exagerada y simplificada, que se tiene sobre grupos de personas que comparten ciertas características étnicas, es parte de la maldad humana desde tiempos antiguos. Es más cómodo atribuir defectos morales e inferioridades biológicas a un grupo que se quiere maltratar, que ir directamente y sin excusas al ataque.
Creo que la mejor manera de evitar el racismo, es mediante la educación desde la más tierna edad en el hogar. Una vez crecido ese monstruo de ignorancia y egoísmo, el único recurso que queda disponible es denunciarlo continuamente y sin descanso con la esperanza de que las personas ya envenenadas con ese contravalor cultural, puedan recuperarse y entender la poca virtud que trae ser racista.