La impresión que nos dan los medios y selectas redes es que la mayoría de las mujeres están marchando, protestando y resistiendo al decorativamente-elegido presidente, Donald Trump. Tal vez sea porque estas vulnerables victimas de la cultura popular instintivamente temen toda figura viril que parece un PATRIARCA. El hombre no sólo es rico, poderoso y exitoso…su familia le hace caso. Para estas feministas, todo hogar (si existe) debe ser plural, no-autoritario, los roles tradicionales cruzados y mucha relatividad para todo. O sea, para ellos la familia ideal es media disfuncional, desmoralizada y caótica.
Como les he dicho antes, la familia está bajo ataque por varios frentes pues hay muchos intereses involucrados en el afán de destruirla. Esta vieja institución que se basa usualmente en lazos de sangre o pactos entre desconocidos con un mismo propósito, ofrece la ultima resistencia frente a la globalización.
De seguro ustedes ya han visto los gorros rosados con tejidas orejas de gatos en referencia a las partes privadas de una mujer. Primeramente, me parece contradictorio y absurdo que las feministas protestando, pretendan ser tomadas en serio o respetadas como adultas responsables cuando están aceptando el vocabulario “sexista” de denigrar a la mujer a una “gatita”, o sea, un animal.
No olvidemos tampoco que cientos de mujeres confundidas y tal vez con bajo auto-estima, han asumido como adjetivo personal la ofensa de nasty woman (mujer asquerosa/baja) que el candidato Trump dirigió hacia Hillary Clinton por su corrupción política. Si alguien insulta a un borracho, toda persona que ha probado el vino no debe asumir que dicha etiqueta de “borracho” le aplica, por más solidario que sea con los caídos.
Como dije anoche en las redes, estoy “harta hasta la coronilla” de todas estas manifestaciones basadas en los dogmas de la Tercera ola del Feminismo. Dirían que es para proteger el Islam, a los indocumentados y el derecho al aborto pero en esencia se trata de avanzar más aún la agenda liberal del feminismo actual. No hay un proyecto sólido o creíble para pasar leyes especificas, sólo un deseo incontrolable por gritar contra algo. Con pancartas tan obscenas y gráficas, una queja vaga sobre escenarios imaginarios y leyes ejecutivas que por lo general sólo piden que se cumplan las leyes existentes, no le veo futuro a esa oposición que en su esencia más pura, glorifica una serie de contra-valores que sencillamente no les permitirán victoria alguna. Amar a tu enemigo más hostil, dudar de toda construcción social o pensar que la auto-mutilación no es una enfermedad mental son impedimentos que aseguran la derrota frente a la Revolución Populista liderada por Trump.
Si las protestas (desplazadas a los martes de cada semana y en atuendo rojo) siguen haciendo énfasis en promover su agenda radical, sentimental y a veces intolerante en vez de presentar argumentos, entonces pudieran llegar a algo. Aunque, con este renacer de lo nacional popular, no hay mucho espacio para dogmas anti-hombre/anti-mujer (a la mujer que niega el feminismo se le reserva el mismo destino que al hombre libre).
Regresando al tema original, les digo que detesto la cansada y cruel guerra entre los sexos, fomentada por las élites por dividirnos para que no luchemos contra ellos con fuerzas inquebrantables. Tengo cinco hermanos heterosexuales y quiero que nunca sientan vergüenza de ser lo que son, que nunca pidan perdón por nacer hombres y que nunca hagan el papelazo de vestir a su hijos varones con ropas rosadas que digan “el futuro es hembra”. No lo invento, realmente hay padres cometiendo cierto abuso infantil cada día al imponer en criaturas inocentes ideologías tóxicas que solo conducen a la confusión moral. Claro, sólo podemos observar como son descarriados estos niños del futuro sin hacer nada pues la patria potestad de un padre es sagrada. ¿Que será entonces de aquel pobre niño que se forma con dos madres, le regalan muñecas para que pruebe su lado femenino y que ser nacionalista es ser obligatoriamente racista?