La revolución tecnológica que vivimos es tan transformadora, que quizás un día reduzca la clase obrera a tal punto en que no tenga sentido el papel revolucionario que el marxismo le otorgó. Aún así, lo que quede de humanidad estará en deuda permanente con todo ese mar de sangre, sudor y lagrimas que sostuvo el desarrollo heredado por todos.
Los ricos financieros, los científicos y las mentes creadoras pueden desarrollar tecnologías porque hay trabajadores produciendo comida, ropa y mil cosas más necesarias para la vida civilizada. Las élites pretenden crear una nueva aristocracia con privilegios exclusivos y no sujetos a las leyes de Estados como nación. Si fueran exitosos, además de la revolución tecnológica tendríamos otra revolución en lo social. Las multitudes sin empleo y quizás viviendo de limosnas repartidas por robots no aceptarían ese modelo injusto.
En los Estados Unidos se asocia el 1 de mayo a los anarquistas y socialistas. Quizás por eso el presidente democráta Grover Cleveland decidió que los trabajadores tuvieran su celebración en otra fecha y así el “Labor Day” se celebra en septiembre y no en mayo.
Hoy les quiero compartir mi visión del reto que vive la clase trabajadora frente a una élite global que toma de la izquierda y de la derecha las mejores municiones para disparar contra los de abajo.