Bolsonaro usó a la religión como recurso de propaganda para ganar el poder en Brasil. Ahora en Bolivia tenemos a una autoproclamada presidenta que con una biblia en la mano gritó en la posesión: ¡Gloria a Dios!”.
Fernando Camacho movilizó a muchos exaltados que marcharon con rosarios y oraciones colectivas prometiendo llevar a Dios de vuelta al palacio de gobierno. La senadora opositora de Bolivia Jeanine Áñez tienen un pasado en las redes sociales manchado con expresiones racistas y de fundamentalismo religioso que retrata a los indígenas y a la izquierda que les apoya como “diabólicos” que no sirven a Dios.
La izquierda en Bolivia es vista como promotora del matrimonio homosexual, y aunque Evo Morales más bien ha dicho cosas polémicas, como que eso de que comer los pollos con hormonas puede modificar el carácter masculino de los hombres, en la oposición han estado conspirando en alianza con los evangélicos para agitar los valores tradicionales y lograr desmantelar todo el éxito ideológico de su mandato. Bolivia es principalmente católica, pero el rol de los evangélicos fue evidente en estas elecciones con el candidato presidencial de origen coreano, Chi Hyun Chung (pastor presbiteriano). El pastor no logró ser un oponente fuerte para Evo, pero sí logró reunir las inconformidades de muchos bolivianos que se le unieron en su rotundo rechazo hacia los homosexuales y hacia el aborto. Chi comenzó a ser popular en las encuestas, y ganó el 8,8 por ciento en los comicios, colocándose tercero detrás del expresidente Carlos Mesa y de Morales.
La izquierda latinoamericana condenada a arrastrar la causa transversal LGTBQ sirve de perfecto espantapájaros que atemoriza a gran parte del electorado aferrado a los valores más tradicionales y le deja el camino a los evangélicos aliados a la oligarquía y los militares. No importa cuanto éxito objetivo tenga la izquierda en el poder, el discurso subjetivo de los exaltados religiosos logra superar el reto material y mueve corazones en otra dirección menos racional que desconoce incluso las cifras económicas. Evo Morales deja un país con un elevado índice de desarrollo humano, con derechos garantizados para la población y con un maravilloso crecimiento económico de 4,5 por ciento, pero nada de esto es suficientemente convincente para lograr consensos. La vieja élite oligárquica y sus militares acostumbrados a una vida de tranquilos privilegios saben muy bien como dividir a la sociedad en disputas eternas sobre aborto o homosexualidad. Esa división no permite los frentes populares y ni llega la revolución ni se ganan elecciones.
Los militares que protagonizaron el golpe de Estado en Bolivia enfrentan una crisis de credibilidad y van a tratar por todos los medios de inventarse un enemigo exterior que justifique su mano dura contra el pueblo. Los médicos cubanos como era de esperar están bajo ataque y ya una turba de extremistas civiles guiados por la propaganda agitadora asaltó a tres cubanos de la embajada cubana en la capital y logró que fuesen arrestados por supuestamente llevar unos 13 mil dólares encima para pagar a sujetos que “se ocuparían de organizar protestas”.
Desde principios del 2006 hay médicos cubanos en Bolivia por los convenios suscritos entre el Gobierno de Evo y el de La Habana. Casi todos están en zonas rurales al amparo del gobierno de alcaldes que le dan techo y comida, lo que ha permitido que sea tan eficaz por ejemplo la Misión Milagro en la que 719 mil pacientes bolivianos y extranjeros recuperaron la vista o mejoraron su visión.
Los golpistas y sus apoyadores civiles no tienen credibilidad porque aunque hubiesen ocurrido irregularidades en el proceso electoral no hay forma de proteger la constitución ni ninguna de las leyes que emanan de ella con la intervención de la fuerza armada. La función del Ejercito debe ser defender el país ante un ejercito extranjero o cuanto más intervenir ante graves disturbios civiles, pero jamás ante una una disputa política. Ese ejercito y sus violentos apoyadores civiles ahora necesita atacar a los médicos cubanos como ya ocurrió en otros lugares de la América Latina. Cuando la derecha llega a las buenas o a las manos al poder el estado de derecho se tambalea.