Mis padres caminando por la calle República en Camagüey, Cuba en octubre de 1987 conmigo en los brazos. A mi papá le dieron un permiso al yo nacer para dejar por unos dias su trabajo forzado (por orden judicial) en Nuevitas.
La violencia policial que sufrió mi mamá al final de su embarazo en 1992 y en medio de un registro policial en 1992 no impidió que mi hermano naciera de manera saludable, pero la hizo a ella ingresar en terapia intensiva por espacio de un mes en el Hospital Provincial de Camagüey. Al mes fue trasladada fuera de la provincia (Santa Clara) para ser sometida a una tomografÃa computarizada donde finalmente se pudo ver la sombra impresionante del derrame interno (ella tenÃa sólo 28 años de edad) y ya estaba discapacitada de por vida.
Yo tenia cinco años cuando esos abusadores irrumpieron en mi humilde hogar y atropellaron a mi pobre madre. Recuerdo que a mi padre y a un amigo de la causa del 86 (Raúl Góngora Machin) que vive hoy en el exilio, los retuvieron en la cocina mientras mi madre, golpeada ya de gravedad seguÃa discutiendo con ellos y pidiendo explicaciones por la invasión. Ella les reclamaba ver la orden judicial de registro que no mostraron nunca. Uno de ellos se dirigió a mi en esos momentos y por una razón desconocida para mi se agachó y sujetando mis piernas con mucha fuerza comenzó a quitarme mis zapatos a la fuerza (los únicos que tenia) dejándome no sólo descalza y humillada, sino con una gran tristeza en el corazón. Fue durante muchos años (15 años) un trauma en el exilio, no sólo no poder ver a mis cuatro abuelos, sino no poder olvidar aquel abuso del cual no soportaba que se hablara en mi presencia.
El siguiente gráfico es el documento original registrado en el hospital provincial de Camagüey el dÃa 4 de Febrero de 1993 donde se ve el mapa de la visión del ojo izquierdo (ambos ojos registran la misma situación). La perdida de la visión periférica se debió a la destrucción de neuronas correspondientes al campo visual (homonymous hemianopsia)
La necrosis en el lóbulo temporal, por falta de riego sanguÃneo al interrumpirse la normal circulación arterial, trajo como consecuencia para mi mamá que tuviera problemas de equilibrio, perdida de la visión de ambos ojos, dificultad para memorizar o reconocer rostros, y desordenes emocionales.
En este otro documento #1 (PolÃgono de Willis) archivado en el hospital Jackson Memorial a nuestra llegada al exilio en Miami, se comprueba que el posible aneurisma de mi mamá no tiene origen en malformación congénita, ni tumor o deformación vascular. (10 de Enero de 1995). El #2 es un sumario adjunto.
Dicen que el tiempo lo cura todo, pero la rehabilitización médica no es cosa de dos dias, y durante años he visto como algunos daños fÃsicos son irreversibles. Mi mamá no recuperó la visión perdida, ademas de otras secuelas. Como familia hemos sabido lidiar con este mal poniendo nuestros corazones en cosas positivas, y no guardando un rencor desmedido, pero los hechos ocurrieron de tal forma que es imposible olvidarlos.
Nunca ocurrio una investigación a pesar de que mi padre los denunció a las autoridades. Jamás alguien pidió disculpas y cuando nos fuimos al exilio, y nos llevamos nuestra tristeza a otra tierra, en Cuba quedaron vecinos que jamás olvidaron aquel abuso y que son los humildes testigos de mi viejo dolor. Cuba debe ser mejorada algún dia y sólo el amor puede hacer esa maravilla, se los aseguro.